Gabriela Pulido
Los indicios vocales más comunes de un engaño son las pausas demasiado largas o frecuentes. La vacilación al empezar a hablar, en particular cuando se responde una pregunta que puede suscitar sospechas, así como otras pausas menores durante el discurso. Hay otras pistas que ayudan a saber cuando no dicen la verdad, como las muletillas “(“esteee...”), las repeticiones (“Yo, yo, yo, quiero decir que en realidad que...”) y palabras parciales (“En rea-realidad me gusta”).

Dichos errores y pausas que denotan engaño pueden deberse a que quizá el mentiroso no ha elaborado su plan de antemano o si una pregunta le cae por sorpresa. Por lo general, el tono de la voz se eleva cuando hay una perturbación emocional (más común en la ira y el temor). La rabia y el disgusto pueden detectarse en el cuerpo. Hay personas que al sentirse molestas recogen los dedos y se ponen tensas.

Los cambios en la respiración o el sudor, el hecho de tragar saliva con frecuencia o de tener la boca muy seca, son signos de emociones intensas. Un elemento que suele contener un doble mensaje es el rostro. Por un lado, lo que el mentiroso quiere mostrar; por el otro, lo que quiere ocultar. El rostro es algo que aprendemos a manipular desde niños, muchas veces son los padres quienes nos obligan a ello, como cuando nos dicen “¿no sonríes a tu tía que te trajo un regalo?” Con el tiempo comienzan a operar expresiones fingidas de manera automática.

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