Algunas puertas se me han cerrado pero hay un montón de ventanas que Dios me ha abierto para salir del encierro. En las últimos meses he trabajado muchísimo y me he divertido demasiado con mis amigos, pero al mismo tiempo he estado inestable, puedo amanecer super ilusionada, feliz, con ganas de comerme al mundo y terminar el día triste, decepcionada e impotente.
La crisis de mi país es solo consecuencia de una manera de ver la realidad equivocada y en todos los niveles de la sociedad estar mal en cuanto a valores y motivaciones.
Por otro lado, este país es, por un lado, de gente que busca caminos fáciles, de marañas, con insufribles egos y corrupción y de gente que, por el otro lado, es conformista, fatalista, de pensamiento mágico-esotérico, de pobreza mental y baja autoestima (en dos grandes mayorías, los que no son así son pocos) y con la crisis económica que me ata de manos para autorrealizarme y los graves problemas de inseguridad que estamos padeciendo, se me ha acentuado la sensación de estar como desencajada.
He hablado con gente que considero sabia mi decisión y con gente que admiro y que está fuera del país labrándose un mejor futuro que mi país no ofrece.
“El que le echa bolas aquí y es trabajador le va bien, los que regresan con las tablas en la cabeza son los que ni aquí ni en ningún lado echan para adelante, a la gente que es como nosotros les va bien”
“No pienses con dolor en lo que se queda, piensa en todo lo hermoso que te viene”
“Las cosas te serán allá muy cuesta arriba, afuera trabajas más pero también logras más”
“Aquí tengo no solo paz y tranquilidad de estar por las calles sin miedo, si no un futuro por delante que pinta bueno”
“Tengo en mi despensa artículos básicos, venezolanos, que me cansé de intentar comprar allá”
“En 5 meses ya tengo un carro nuevo, del año, sí, trabajo más, pero vale la pena, estoy feliz y creciendo cada vez más”…
Son muchísimas las cosas que acá no están bien y me tocan directamente, y es paradójico porque profesionalmente cada día me va mejor, cada día me reconocen más profesionalmente, tengo un carro del año en el que puedo trasladarme a hacer cosas que me hacen feliz como Zumba, hacer Bootcamp, yoga, la música, los conciertos, la cultura…Puedo caminar por la calle sin miedo, sin angustia, trabajo en algo que me gusta y que me permite también comer lo que me gusta, comer sano como quiero, entrenar a diario, comprarme libros, videojuegos, aprender cosas nuevas en cursos, pero eso no está traducido en bienestar.
Extraño mi gente, extraño mi carrera, mi sueño frustrado, algo tan básico para ser feliz y que sin embargo es tan difícil en este país... Pero tengo ya que salir de la resaca emocional (ansiedad, miedos, tristeza por lo que dejo) porque toda mi energía debe estar concentrada en mi plan de vida, es hora de trabajar por lograr el plan, paso a paso sin mirar atrás. Armas el plan, es viable, tienes todo a tu favor para ejecutarlo, DECIDES y luego no hay vuelta atrás, te llenas de miedo y como un dolor raro porque sabes que lo que acabas de decidir cambia el rumbo de tu vida para siempre. Empieza la cuenta regresiva y todo tu presente se vuelve nostálgico…Hay que soltar, desprenderse, desarraigarse y eso duele. Sin embargo, más duele la impotencia de trabajar y trabajar y no ser feliz, no ver un futuro. Por eso es que no hay vuelta atrás.
Lo que me viene es difícil, pero definitivamente, lo mejor. Me agradeceré haber, una vez más, afrontado el dolor. “Cuando estás fuera te aprendes a dar ánimo a ti misma, vale la pena”, me dijo una amiga, ella que ahora vive cómoda en Europa. Y eso me calma, porque si en algo me he entrenado, es en darme ánimo y aliento a mí misma. Go!, Grilla