
Señores creadores de las historias de caballeros que matan a dragones y salvan a princesas en peligro. Como miembro de esta orden de hombres que visten armaduras plateadas e impenetrables, montan corceles dorados y dan su vida por conquistar el corazón de una mujer, quiero expresar mi inconformidad. Siento que ya no pertenecemos a este mundo. Las damas, aunque a veces dudo que todavía existan, ya no quieren ser salvadas por nosotros. Prefieren al dragón que solo quiere saborearlas entre sus fauces para luego escupir sus restos o ser maltratadas por un monstruo de varias caras.
Y para la muestra quiero pasar a contarles mi última historia. Entregué todo en el campo de guerra por una mujer. Libré mil batallas por conquistarla, dejé ver mi verdadero rostro sin el yelmo y al final no sirvió de nada. No hubo un “Vivieron felices para siempre”, como ustedes me lo prometieron, porque en la vida no hay tal cosa.
Entre las cosas que hice ella, cabalgué por toda la ciudad en busca de un tesoro perdido, escondido en un centro lleno de caos, donde encontré su única copia y después se lo entregué acompañado de dos alas que prometían su libertad.
La acompañé el día en que un monstruo con riquezas, dueño del cuarto poder, la hizo sentir insignificante y como si fuera una simple presa. Estuve ahí para decirle que con mi armadura y mi corcel la iba a proteger. Le hice sentir que en mí iba a encontrar un refugio donde nada le podía pasar.
Ingresé en su mundo para acompañarla en sus creencias. En un mundo donde ya nadie cree en nada yo las valoré y quise adoptarlas. Estuve dispuesto a convertirme en su mundo y adoptar estas creencias. No solo por ella, sino porque era ahí donde sentía que quería estar.
Dejé una rosa en la entrada de su castillo, para que empezara su día con una sonrisa. Le demostré mi cariño en cada beso, en cada caricia, en cada palabra. Le demostré que en un mundo podrido, lleno de monstruos, peligros, mentiras y traiciones, todavía existía un caballero dispuesto a amarla, a aceptarla y a luchar por ella. Dispuesto a demostrarle que todavía había razones para creer.
Y sin embargo, nada de esto sirvió. En una noche la magia se rompió. Bastaron unas simples horas para que ella olvidara todo y una vez más los molinos se convirtieron en gigantes, derrotando a este caballero.
Por eso mi carta de reclamo, porque en este mundo real ya no hay espacio para personajes como yo. Porque me mintieron cuando me dijeron que a las damas se les conquistaba siendo un caballero, cuando en verdad prefieren quedarse con el dragón. Estoy cansado de llevar esta armadura y regirme bajo los principios de una orden que ya nadie valora. Por eso quiero desmontar mi caballo y pedirles que me dejen en libertad, que quiten la armadura de mi naturaleza y me dejen vivir mi vida como un simple campesino que ya no busca amar.
cordialmente,
Un caballero de Hojalata.
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Escribo esto, porque todo el mundo habla y escribe sobre las mujeres como las eternas víctimas de los hombres, de sus engaños y traiciones. Pero hay que tener claro que hoy en día las mujeres también juegan con los sentimientos, también pueden llegar a ser unas arpías sin escrúpulos ¿Qué hay de todos esos hombres que fueron o son víctimas de estas mujeres? Muchas veces las mujeres nos quejamos y quejamos por no encontrar al amor, por no encontrar un buen hombre que nos quiera y nos respete, sin embargo muchas veces lo tenemos en frente y lo que hacemos es destrozarlo, transformarlo..
"Detrás de cada hijo de puta hay una mujer que lo obligó a ser así. "

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